miércoles, 27 de mayo de 2009


DIOS SOPORTA AL SOBERBIO, PERO DA SU GRACIA AL HUMILDE
Humildad es La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal, ni al poder, ni a la prepotencia que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.
La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto humillación en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.
"El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas."
Todos deseamos una palabra de aliento cuando las cosas no han ido bien,y comprensión de los demás cuando, a pesar de la buena voluntad, nos hemos vuelto a equivocar;y que se fijen en lo positivo más que en los defectos;y que haya un tono de cordialidad en el lugar donde trabajamos o al llegar a casa;y que se nos exija en nuestro trabajo, pero de buenas maneras;y que nadie hable mal a nuestras espaldas; y que haya alguien que nos defienda cuando se nos critica y no estamos presentes; y que se preocupen de verdad por nosotros cuando estamos angustiados;y que se nos haga la corrección fraterna de las cosas que hacemos mal, en vez de comentarlas con otros o reaccionar con agresiones mas profundas que te convierten mas en victima que en agresor,y que recen por nosotros y que no seamos objeto de difamación e injurias y..etc. etc.
Estas son las cosas que, con humildad y espíritu de servicio, hemos de hacer por los demás. Si nos comportamos así, entonces: Aunque nuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fueren rojos como la púrpura quedarán como la blanca lana. Is 1,18.
Por el orgullo buscamos la superioridad ante los demás. La soberbia consiste en el desordenado amor por si mismos. La soberbia es una aberración del propio yo. El hombre humilde, cuando localiza algo malo en su vida puede corregirlo, AUNQUE LE DUELA. El soberbio al no aceptar , o no ver, ese defecto no puede corregirlo, y se queda con él. El soberbio no se conoce o se conoce mal, y no es capaz de perdonar.

La soberbia lo exagera todo. Donde hay un soberbio, todo acaba maltratado: la familia, los amigos, el lugar donde trabajas... Exigirá un trato especial porque se cree distinto, habrá que evitar con cuidado herir su imagen de poder... Su actitud prepotente en las conversaciones, sus intervenciones irónicas, no le importa dejar en mal lugar a los demás por quedar él bien, la tendencia a poner punto final a las conversaciones que surgieron con naturalidad y sin malas intenciones, es chismoso, y busca escalar las simas pisoteando a los demás, etc. etc., son manifestaciones de algo más profundo: un gran egoísmo que se apodera de la persona cuando ha puesto la importancia de la vida en sí mismo y en el peligro que pueda correr su imagen de poder.

¿Cómo puedo ser humilde? Por la gracia de Dios. Solamente la gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y la conciencia de su grandeza que origina la humildad. Por eso hemos de desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud amaremos a Dios y seremos capaces de grandes empresas a pesar de nuestras flaquezas... Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas porque su vida esta en Dios; y si llegan procura enderezarlos asia Dios, Autor de todo bien. Como dice mi tío MONSEÑOR ROGELIO SANCHEZ GONZALEZ, él al recibir las gracias, contesta: ”a Dios sean dadas”. La humildad se manifiesta no en el desprecio sino en el olvido de sí mismo, reconociendo con alegría que no tenemos nada que no hayamos recibido, y nos lleva a sentirnos hijos pequeños de Dios que encuentran toda la firmeza en la mano fuerte de su Padre. En el apostolado y en los pequeños servicios que prestamos a los demás no hay motivo de complacencia ni de vanagloria, ya que es el Señor quien hace verdaderamente las cosas. LA GLORIA, EL HONOR, EL PODER Y EL TRIUNFO ES SOLO DE NUESTRO DIOS.
Atentamente: Fundador y Presidente de SAN NICOLAS DE BARI I.A.P. “Christus Dominus meus est”

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